La vinculación entre la Educación para el Desarrollo y el enfoque competencial

Competencias y EpD

Seguramente, estaremos de acuerdo que la educación ha vivido un giro y un cambio de mirada bastante significativa en las últimas décadas. La mayoría de profesionales de la educación compartiremos la idea que la educación ya no se puede entender únicamente como transmisión de contenidos, sino que la educación se tiene que entender como creación de condiciones de aprendizaje para toda la vida y la formación de personas autónomas, críticas, comprometidas y solidarias capaces de dar respuesta a los retos de una sociedad cada vez más compleja, dinámica, plural y, aunque nos haga daño decirlo, más desigual e injusta.

Este giro ha supuesto una apuesta para fomentar un enfoque de la educación más integral y *holística que tiene como referentes los más que conocidos cuatro pilares educativos «aprender a conocer», «aprender a hacer», «aprender a ser» y «aprender a convivir». Es aquí donde la educación para el desarrollo y la educación con enfoque competencial empiezan a compartir planteamientos y marcos de actuación. Por lo tanto, no es osado considerar que la educación con enfoque competencial es una excelente oportunidad para la incorporación de la educación para el desarrollo en el ámbito escolar debido de, principalmente, a su proximidad en la concepción de qué tiene que ser la finalidad de la educación, cuál tiene que ser la relación educativa entre educador y *educand, qué tipo de aprendizaje se tiene que promover y cómo se tiene que entender la evaluación para mejorar esto que denominamos ‘educación’.

Ambos enfoques educativos se ubican en esta manera de concebir la educación desde una visión global, comprometida, responsable y transformadora de la formación de las personas. En consecuencia, compartirán, en primer lugar, que la finalidad de la educación es educar a las personas para que sean lo más autónomas, críticas y activas posibles en la transformación del mundo hacia un sistema más justo, equitativo, solidario y sostenible; en segundo lugar, que la relación educativa se basa en el boy escout, el diálogo y el *apertura al otro con clara intencionalidad de elaborar conocimiento conjunto; en tercer lugar, la promoción de un aprendizaje profundo relacionado con el interés del sujeto al comprender por sí mismo aquello que aprende y para relacionar los diferentes componentes de la realidad; y, finalmente, entenderán la evaluación como medio para regular los aprendizajes, es decir, como motor de aprendizaje en el alumnado y para el desarrollo de sus capacidades de autoregulación en el propio aprendizaje y de aprendizaje para toda la vida.